Aurillac y el paraguas
Cuenta la leyenda que el Jordanne, el río que atraviesa la ciudad, hechizaba antaño a los visitantes con sus escamas de oro. Los peregrinos del norte de Europa que regresaban de Santiago de Compostela cambiaban este oro por cobre traído de España.
Ya en la Edad Media, nació en Aurillac una tradición de batidores de cobre. Aquí, los artesanos fabricaban piezas metálicas como correderas, nueces y agujas, indispensables para la fabricación de paraguas. Los campesinos cantalienses trajeron de España telas de algodón con las que se confeccionaron las primeras mantas.
Todos los elementos estaban reunidos para hacer de Aurillac la cuna del paraguas.